Jesús Giraldo Restrepo.
Por: Jesús Giraldo Restrepo.
Leyendo y oyendo conceptos de locutores de ayer, de hoy, actuales, no nos digamos mentiras. Mucho ego, mucho narcisismo, mucha descalificación. Uno no ha estado en el pináculo de la fama, tal vez por falta de oportunidad o porque dejó escapar las oportunidades. Pero nota uno mucha idolatría, mucho desconocer a los demás. Por qué hay una discusión sobre locutores decimos que se acabó la locución. No. La locución no se ha acabado. Los locutores están ahí, narrando. Las voces siguen.
Una voz fea para una narración, una mala lectura, nunca será aceptada. De modo que tranquilo, para los locutores buenos, todavía hay mercado y mucho. Las noticias todavía se leen. Lo que pasa es que hay menos noticieros porque la radio globalizada ya requiere otro sistema, pero el locutor sigue ahí.
No descalifiquemos una profesión tan hermosa y que requiere de un tono. No que el locutor sea una enciclopedia ambulante pero que, si domine ciertos temas, que se culturice, pero que, si no necesita opinar, no opine. Muchas veces los locutores caemos en ese vicio de cuando leemos una noticia y que nos impacta, una violación de un pederasta, de un desadaptado, hacemos un comentario al margen. ¡Ah qué monstruo! Finalmente es un ser humano. Yo caí en eso y lo detesto. Uno no tiene por qué dejarse llevar de las emociones. No descalifiquemos a los locutores.
Se muere un locutor famoso y se dice: ¡Ah se acabó la locución! No. Siguen muchos locutores buenos. Yo me doy por bien servido de que a mis casi 81 años todavía tengo con que trabajar. Me llaman y por ahí hago cositas de grabación. Estoy pensionado, pero dejemos tanto ego, tanto narcisismo, tanta idolatría. Los que se fueron por muy buenos que fueron, ya se fueron.
No digamos que con ellos se murió la locución. Dejemos ese vicio. Todos somos ídolos de barro. Tenemos piel de arena, así el cuerpo parezca de acero.
Pisemos en tierra firme. Dejemos los pies en la tierra. La historia pasa. Todos pasamos, dejamos un bueno o mal recuerdo, pero ahí vamos. Repito, yo me doy por bien servido. Yo soy ya un viejo. En Colombia le dicen anciano al hombre de 45 o 50 años. Es una mentalidad muy pobre. Gusto en saludarte y ten cuenta mis palabras como una cosa sincera y así la siento.
No nos descalifiquen a los que estamos vivos que todavía tenemos batería, Dejemos tanta pendejada. Volvámonos serios. Dejemos tanto ego, tanto narcisismo. Esto es para todos y me incluyo a mí. La testosterona no se acaba.
(Esta columna es de estricta responsabilidad del autor y no representa la opinión de este portal)
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