Indalecio Castellanos en los estudios de RCN (2020).
En este ejercicio de entrevistar personalidades de los medios de la información, no es muy frecuente encontrarme con personas que gozan de reconocimiento en sus labores profesionales, que no hayan considerado en algún momento de su existencia, elegir este camino en sus vidas.
Pero siempre existen algunas excepciones e Indalecio Castellanos, periodista, hombre de radio, cronista y escritor, es uno de aquellos casos especiales que me he encontrado.
Platicar y escuchar a Indalecio Castellanos, es sumamente agradable. Es como un libro abierto en sabiduría dispuesto a deshojarse sin ataduras. Alargar la conversación con él, no sería una mala idea, pero obviamente todo tiene sus límites.
Apasionado incontestable de la radio, amante de la escritura y cronista empedernido, Indalecio se mueve como pez en el agua, en estas tareas que ocupan y llenan a plenitud su vida y que próximamente sumarán las tres décadas de servicio en RCN, la casa que él considera, un todo.
Entre sus amores, está Cucaita, la tierra que lo vio nacer y la que siempre lleva con orgullo en su corazón. “Yo creo que ahí están las raíces, están los mejores momentos, está el afecto, la tranquilidad, la buena memoria, el espacio para crear e imaginar.”, describe con emoción Indalecio.
Con él, hablé de radio, aquella pasión que a tantos nos cobija.
Por: Germán Posada
¿Cuál considera la causa de su gusto por la radio?
Yo creo que la radio me gustó desde muy pequeño porque mi pueblo está en un hueco en medio de montañas, entre Tunja y Villa de Leiva, el pueblo se llama, Cucaita. De niño era muy difícil receptar la señal de televisión, nos tocaba el clásico, muévala, muévela, y hacer cuanta clase de maromas para poder tener la señal. Recuerdo al señor Delgado que en Tunja que era muy famoso porque iba de pueblo en pueblo instalando las antenas.
De manera que era mucho más fácil escuchar la radio y entonces ejerció en mí, una fascinación desde muy niño. También que, desde niños, escuchábamos las transmisiones en la radio para saber cómo le iba a Rafael Antonio Niño, El Niño de Cucaita, nuestro ídolo, en las carreras en las que participaba. Esta actividad con la radio me sedujo definitivamente.
¿Cuál fue la puntada final en su vida para decidir que trabajar en los medios era lo suyo?
Yo lo he dicho y lo reitero que llegué a la radio por accidente, por necesidad. Nunca pensé que pudiera trabajar en la radio. Mi idea siempre cuando estudiaba era de que iba a trabajar en un periódico y de hecho fue así, en el periódico La Tierra, en Tunja. Después fui corresponsal encargado unas dos veces de El Tiempo, y escribía cositas que me las publicaban en este periódico.
Cuando quebró economicamente el periódico La Tierra, yo no tenía otra alternativa que la radio y me postulé para cubrir un puesto en un radio periódico llamado El Mirador de Boyacá, que dirigía Cecilia Salazar, quién aceptó mi postulación. Así comenzó mi trayectoria en radio sin imaginar que era mi lenguaje, ya que además nadie me lo había sugerido y es por eso, es que siempre he considerado que llegué a la radio por accidente.
Antes de ingresar a RCN pasó por otras emisoras. ¿Qué tanto le sirvió esta experiencia para su trayectoria en RCN en donde suma ya casi tres décadas?
Total. Fueron absolutamente todo. Yo soy un agradecido de esos personajes que me dieron la primera oportunidad de hacer radio. El Mirador de Boyacá, Radio Boyacá, el hecho de conectarme con un público popular y contarles las historias a ellos fue magnífico. Trabajar con un personaje que se llama Néstor de J. Medina, que leía muy al estilo de Eliodoro Botero, e inolvidable. En Radio Tunja hice algo maravilloso que fue hacer de todo. Transmitía ciclismo, tejo, carreras de burros, hacía el noticiero, presentaba un espacio de música, hacía remplazos. Trabajar con Luis Enrique Osorio Muñoz, que fue un maestro. Trabajar en Súper haciendo un noticiero con tres emisiones fue entrar en el ritmo informativo. La radio regional fue una escuela y una universidad.
Mi primer contacto con radio nacional fue como periodista encargado de Radio Sucesos en Boyacá, que de vez en cuando me permitía hacer informes a nivel nacional. A ellos les debo absolutamente todo porque me permitieron explorar los lenguajes, aprender de todo y tener la certeza obviamente de que podía defenderme al aire a mi llegada a Bogotá.
¿Cómo se da su llegada a RCN?
Fue en dos tiempos. Desde pequeño fui amigo y sigo siéndolo y le guardo un cariño profundo, respeto y admiración a Juan Manuel Ruiz. En aquel entonces él trabajaba como director de Nocturna bajo la tutela de don Antonio Pardo García.
Juan Manuel había llegado a hacer prácticas y era muy brillante. Habíamos compartido en el colegio La Normal de Varones en Tunja y habíamos hecho una muy buena amistad tejida alrededor de nuestros hermanos. Un día transmitiendo para Radio Súper en Tunja, un campeonato nacional de baloncesto, La Copa Comfaboy, el narrador era nada más y nada menos que Hernando Perdomo Ch. y yo como director de noticias, estaba cubriendo aquel evento como comentarista. Terminada la trasmisión, con Juan Manuel Ruiz, que había llegado al estadio mientras transmitíamos, nos fuimos a departir y charlando me sugirió irme a trabajar a Bogotá. A fin de año me llamó para decirme que uno de los periodistas de Nocturna de RCN, salía de vacaciones y me invitó a reemplazarlo. Y fue así como comencé en esta empresa que el próximo 23 diciembre cumpliré 30 años como periodista de Nocturna de RCN. A él le debo que mi voz se escuche a nivel nacional.
¿Por qué le apasiona la crónica?
Yo creo que la crónica es como el resumen de la vida. La crónica es la manera más amable, por un lado, pero también en algún momento puede ser una dolorosa manera de contar la realidad. A mí me gusta contar las realidades desde otra perspectiva. No desde la cotidianidad, desde la agenda o la rutina informativa, a veces tan reiterativa en Colombia. Olvidamos que detrás de cada noticia hay un drama y hay una historia que pueden ser contada. Esto a mí me encanta. La crónica tiene color, vitalidad y emoción. La crónica tiene un lenguaje emocionante para narrarla en la radio y para escribirla.
La crónica es atemporal. No importa el paso del tiempo, la crónica seguirá siendo hoy un testimonio y mañana la referencia de otra historia. Me parece que la crónica es muy viva.
Una de sus crónicas se llama -El eterno invento de la radio- allí hace alusión a personajes que tienen que ver con el invento de la radio y termina escribiendo ‘... radio, un medio de comunicación que se transforma, que se moderniza, que seguirá vivo por siempre.’ Mientras que algunos se muestran pesimistas, usted es uno de los que tiene fe de qué la radio seguirá por siempre. ¿Por qué?
Claro, la radio seguirá por siempre. La radio ha estado amenazada siempre por todos los lenguajes. Cuando salió la televisión, algunos auguraron que era su final, cuando internet empezó a coparlo absolutamente todo, la radio fue una de las principales amenazadas y a la vista está que la radio no solamente se ha fortalecido, sino que se ha hecho mucho más global. Esa radio que uno hacía de manera local, en los pueblecitos, que solamente era posible escuchar en el parque o en la jurisdicción de esos pueblos, ahora es global por la fuerza del internet.
Yo creo que la radio ha logrado ir encontrando los espacios, para decirlo de manera coloquial, para acomodarse a las nuevas tecnologías y a los nuevos lenguajes. La radio ahora ha perdido su carácter tradicional y por eso nos vemos en la radio. Es una especie de ignorabilidad que siempre tuvimos los hombres de la radio, eso de imaginar con palabras los que hacíamos la radio de la década de los setentas, los ochentas e incluso noventas, ha cambiado, porque ahora la radio está en streaming, en los podcasts, la televisión, en los Facebook Live, porque hemos perdido la inviolabilidad de la cabina y porque también nos vemos.
Definitivamente la radio en estos momentos también es imagen. La radio siempre ha ido de manos de la tecnología y quien haga radio tradicional actualmente, podría decirse que es un poco anacrónico o sea un poco nostálgico, pero también hay espacio para los nostálgicos.
Precisamente, siempre se ha descrito la radio como un escenario de la imaginación con un lenguaje de señales para hacerla, ahora se percibe a través de las plataformas audiovisuales. ¿Es esto una verdadera radio?
La radio crea imágenes con palabras decía alguna vez al teórico David Welna, reportero de la NPR. Otros, dicen, por ejemplo, que la radio es la televisión de los ciegos porque es potenciar una historia a través de la palabra, los sonidos y con la música.
Todo esto es mágico. Pero en la medida en que la tecnología nos permite otros recursos, la imagen nos ayuda a fortalecer ese concepto primario de la radio como sonido única y exclusivamente. Yo creo que la radio ahora es una suma de todos los lenguajes. El hombre de radio debe saber escribir. Es indispensable saberlo hacer. Que sea preciso, directo, concreto y creativo.
Si le pregunto por sus influencias en la radio, seguramente tendrá una buena lista. ¿Me pregunto si curiosamente el recordado Alfonso Castellanos, con su mismo apellido y quien dirigía -Yo sé quién sabe lo que usted no sabe- es una de estas influencias?
Siempre me preguntan por Alfonso Castellanos presumiendo que podría ser familiar mío. Pero no. Alfonso Castellanos es el papá de Juan Jacobo Castellanos, que es reportero de Caracol Televisión. Alfonso Castellanos es un personaje que está en mi memoria infantil y juvenil por su programa Yo sé quién sabe lo que usted no sabe, y podría ser una pequeña influencia, pero tal vez las influencias están por los que me han enseñado directamente.
Por ejemplo, Cecilia Salazar, la primera persona que me contrató sin yo haber hecho jamás radio. Ella me dio una lección de vida y de periodismo. Me dijo: ‘Todo lo que vaya a decir escríbalo’. Esto deberían hoy ponerlo en práctica los muchachos. Otro personaje es Luis Enrique Osorio Muñoz, el me soltaba su programa de mucha sintonía en la mañana de Radio Tunja, me llevo a ser comentarista de baloncesto sin haberlo hecho nunca, a transmitir ciclismo, fútbol, me dio toda la confianza y lo recuerdo siempre.
Obviamente a Juan Manuel Ruiz, quien confió y abogó por mí para que me soltaran micrófono en RCN en Bogotá. Mi maestro de la crónica, Juan Gossaín, a él le debo, buena parte del vigor, del carácter con el que cuento las historias, aprendí de él, que no se puede contar una historia sin contexto. Álvaro Javier Palacios, Juan Carlos Arenas, Jorge Antonio Vega, personaje extraordinario que era capaz de arreglar una noticia chueca sobre la marcha, tenía gran cultura y creatividad. Julio Nieto Bernal, con esa formación increíble que le permitía hablar de toros, fútbol, política, economía, un personaje singular con una voz bellísima y con quien compartía en las madrugadas antes de que llegara don Juan Gossaín. A todos los recuerdo con cariño, admiración y aprecio.
Leí que los profesores, Baltazar Vargas, Oliberio López y el periodista Juan Gossaín, son tres personalidades de trascendencia en su vida. ¿Por qué lo son?
Al profesor Oliberio López, lo recuerdo con aprecio y cariño. Yo vivía con una de mis hermanas en Tunja y estaba estudiando mis últimos años de primaria. El profesor Oliberio era demasiado exigente y disciplinado. Podría decir que este profesor fue el único que me hizo izar bandera. Y no lo hice propiamente por mi inteligencia o por mis capacidades. Yo era un niño asustadizo y miedoso con las matemáticas. Sufrí toda la vida con matemáticas. El profesor me hizo izar bandera por mi buen aseo. El hacía una rutina que era la de sentarnos alrededor del patio de la escuela y nos hacía quitar los zapatos para ver el aseo en los pies, esa rutina él la llamaba, la operación pecueca y yo salía bien librado de esta rutina.
Baltazar Vargas, mi profesor de primero de primaria. Esto fue en Cucaita, fue él quien me enseñó las primeras letras. Lo recuerdo por dos cosas. Él fue el profesor de primaria de Rafael Antonio Niño. En el año 72 Rafael Antonio Niño llegó como campeón de la vuelta a Colombia y de la Vuelta a la Juventud, el profesor leyó un emotivo homenaje y llorando le pidió perdón a Rafael Antonio Niño por haberle pegado en su niñez en la escuela.
Y Juan Gossaín está dentro de esa categoría de maestros que cada palabra, cada cosa que decía era una lección de periodismo y de vida. Lo recuerdo con admiración porque él me permitió hacer, porque le gustaba lo que le proponía, porque me bajó la caña por asuntos de disciplina o por temas de manejo de información, era drástico y riguroso, pero, sobre todo, era un formidable maestro.
Dentro de su ejercicio como escritor, uno de sus libros se titula Corto Letraje y usted se ha referido a su libro diciendo que nos puede robar una sonrisa. ¿Por qué?
Corto Letraje, es un libro con historias muy breves, de minicuentos que abordan los temas sociales. Me encanta aquello de que apenas empieza, termina la historia.
Es poder contar en dos o tres renglones una historia completa con entrada, con nudo, y desenlace. Es un resumen de cuentos y de historias que yo había escrito prácticamente desde la juventud. Cuando estudiaba en Tunja empecé a enviar cuentecitos al magazín de El Espectador y los publicaban. Y esos cuentos más otros que tenía almacenados, es el resultado de Corto Letraje.
Digo que hay algunas historias sorpresivas, cargadas de humor y doble sentido, pero básicamente con lecciones de vida que podrían hacernos sonreír. Está hecho para que el lector no se deje sorprender con un final que puede ser imprevisto.
Dentro de su experiencia en radio ha seguido la huella de lo que hizo el reconocido periodista Herbin Hoyos con Las Voces del Secuestro. ¿Cuál ha sido esta experiencia?
La Noche de la Libertad, yo creo que es una de las experiencias más complejas y difíciles, porque es un programa que juega con los sentimientos y con las sensaciones. Es un programa triste en donde se maquilla la tristeza porque este debe estar cargado de entusiasmo. Porque el secuestrado no puede percibir la tristeza de quien está acá, por ejemplo.
Nunca en un programa que me quebrado tanto, cuando la gente empieza a contar sus historias, cuando empieza a narrar que hace 17 años su hijo está desaparecido y cuenta como le ha celebrado su cumpleaños o como prepara su regreso. Testimonios que no aceptan dejar por hecho que sus familiares esten muertos. De aceptar esa realidad, o de seguir guardando en su corazón la esperanza de que esté vivo.
Para mí es el programa más conmovedor de radio que he hecho. Todavía se mantiene al aire, fue un programa que creó Antonio José Caballero (q.e.p.d.) y a su muerte yo asumí hacerlo y me he comprometido con todo mi cariño y mi amor a mantener ese espacio a pesar de que el carácter del secuestro ha cambiado en estos momentos, antes los protagonistas del secuestro eran policías, militares y los políticos más prestigiosos de este país y ahora la mayoría de los secuestrados son seres anónimos, comerciantes y campesinos. Existe también una modalidad que es el secuestro exprés. A veces no hay espacio de enviar un mensaje porque ya han sido liberadas las víctimas a cambio de dinero.
“Hay dos maneras de ser de un lugar, primero, haber nacido, y segundo, sentirse amar la tierra que lo cobija.”
Indalecio Castellanos, en un café de la población de Monguí Boyacá. Es el descanso durante un trabajo para contar varias historias durante el Bicentenario de Independencia (2019).
Boyacá es cuna de figuras del ciclismo y del periodismo en Colombia. ¿Qué piensa usted del por qué Yamid Amat, supuestamente, ha negado sus orígenes boyacenses?
Yo no lo sé. No podría responder eso. Siempre ha habido reclamos de sus compañeros, en el Colegio Salesiano de Tunja. Recuerdo que alguien escribió una especie de diatriba contra Yamid porque siendo su compañero de colegio, alguna vez se lo encontró en la inauguración de la cervecería Bavaria en el año 91, cuando era presidente Cesar Gaviria, y dijo que recibió como un baldado de agua fría la actitud indiferente y grosera de Yamid con él, siendo antiguos compañeros de colegio.
No sé. Tal vez puede ser porque no hay arraigo. Hay dos maneras de ser de un lugar, primero, haber nacido, y segundo, sentirse amar la tierra que lo cobija. Cuando no hay las dos cosas, creo que puede ser complejo y difícil.
Yo personalmente soy un enamorado de mi tierra, me encanta, me siento orgulloso y cada vez que puedo me refiero a Boyacá y a Cucaita, con orgullo, con pertenencia.
Personajes como Gustavo Niño Mendoza, Juan Manuel Ruiz, El Flaco Maldonado, Gilberto Alvarado, Plinio Apuleyo Mendoza, entre otros, se mantienen orgullosos de nuestra tierra.
¿Hace cuanto dirige ‘Al Fin de Semana’ y cuál es la dinámica de esta emisión?
Ya son un poco más de cinco años de estar al frente de la emisión. Antes de ser director del programa Al fin de Semana, era editor de noticias, manejando las franjas informativas entre semana y también los sábados y domingos, labor que ejercí durante varios años. En algún momento, digamos que me cansé de la información, dada su polarización y confrontación e incluso la energía negativa que esto acarrea en el ejercicio de todas las actividades en el país.
En aquel entonces, la directora de noticias era la periodista, Yolanda Ruiz, y a la salida de Juan Carlos Higuita, quién dirigía Al fin de Semana, me ofreció generosamente la dirección de dicho programa y lo acepté con gusto, aunque esto suponía también un gran esfuerzo, porque es trabajar sábados, domingos y lunes festivos.
Yo siempre digo que no me ofrezcan temas, lo que yo quiero manejar siempre, son historias porque son estas las que me gusta contar. Al fin de Semana, es un poco eso, contar historias buscando siempre un tono divertido, atractivo y de enseñanza en todo lo que hacemos, abordamos y contamos de personajes chéveres y singulares, algunos muy conocidos y otros no tanto.
Usted ha expresado que volver a vivir a Cucaita es un propósito de vida. ¿Qué significa Cucaita en la vida de Indalecio Castellanos?
Yo creo que ahí están las raíces, están los mejores momentos, está el afecto, la tranquilidad, la buena memoria, el espacio para crear e imaginar. Está el espacio para escribir otras cosas.
En el periodismo, cuando este ritmo de vida se vuelve un poco intenso y monótono, al final, Cucaita significa como un oasis de paz y tranquilidad para llevar una vida sencilla y tranquila que uno se merece en algún momento.
¿Como cronista apasionado y escritor tiene en mente quizás escribir, no sé, un libro acerca de esta fatídica experiencia con La Pandemia?
No tengo exactamente como una temática que gire alrededor de ese tema tan específico. Lo que quiero contar en algún momento y lo estoy preparando, es un libro de minicuentos con historias que giran alrededor de la radio.
Y obviamente en algún momento hay que contar la historia de la radio que hicimos en casa. De cómo volvimos por la pandemia a hacer una radio natural, con sonidos ambiente, como por ejemplo cuando transmitía un programa desde Florencia en donde los techos son hechos de zinc y mientras lo realizaba, llovió por espacio de cuatro horas y sirvió como telón de fondo. La gente me escribía y me decía que estaba sonando demasiado feo por la lluvia y mi respuesta era que no podía hacer nada, más que terminar el programa.
Entender que todo esto que no forma parte de una radio a la que nos acostumbramos de que fuera perfecta, también hace parte de la vida y que todas esas fallas técnicas, hacen parte de la naturaleza de esa radio de construcción que tuvimos en algún tiempo y que ahora por fuerza de la tecnología, es una radio perfecta.
¿En época de tanta tecnología, de qué nos está sirviendo y en qué nos está afectando?
La tecnología sirve mucho para hacer más explícitos, más fáciles y directos todos los procesos. Me parece que la tecnología en sí misma no es mala ni buena. La tecnología tiene unas características realmente increíbles. Por la tecnología podemos replicar nuestros pensamientos, podemos contar las cosas, lograr públicos mucho más amplios. Pero yo veo que la rutina y el ejercicio del periodismo, por ejemplo, de la radio, ha vuelto a los reporteros perezosos.
La rutina de las redacciones ha cambiado. Antes, los reporteros se encontraban en la mañana en el concejo de redacción y lo mismo hacían en la tarde, pero generalmente estaban afuera, en los lugares de la noticia, por las fuentes que cubrían. Ahora la tecnología ha hecho que se vuelvan más dependientes de lo que circula a través de las diferentes redes sociales.
Increíblemente se observa ahora en una sala de redacción, una reportería de Twitter, en donde un personaje puede contar una historia, describiendo que alguien publicó un Twitter y que 200 personas lo comentaron y destaca los comentarios más vistosos. Eso no se conduele con el ejercicio del periodismo que indica que las historias están en la calle.
Ahora resulta que las historias parece que no están en la calle, sino en las redes sociales y eso está mal, porque como decía Ryszard Kapuscinsky, hay que ver, ser, estar y compartir.
Yo les digo a los personajes que empiezan en el ejercicio del periodismo que usen la tecnología, que la aprovechen ya que ellos la tienen incorporada pero que nunca pierdan en perspectiva las rutinas del buen periodismo. La rigurosidad se ha perdido, todo se ha vuelto más liviano, todo se construye para ser replicado, para que tenga views, likes y me gusta, y nos hemos entregado a la dictadura del clic y eso a veces, es una tragedia.
¿Qué es la radio para Indalecio Castellanos?
Es el medio más versátil, cercano, amable, el medio más inclusivo. Recuerdo la anécdota de alguien que decía: me saludaron en la radio, y alguien le preguntó, ¿Dijeron tu nombre? Y su respuesta fue: No. Dijeron, un saludo a todos los oyentes. La radio incluye, es cálida, absolutamente versátil. Yo creo que la radio es el medio por excelencia.
¿Y qué es RCN?
RCN es todo. En términos profesionales, en términos de construcción de una carrera, obviamente debo reconocer las bases que supuso haber trabajado primero en la región, en un periódico, en unas emisoras, en el sector público en Boyacá, pero digamos que la construcción fundamental de mi carrera, de lo que me gusta, de lo que quiero, de lo que hago, está situada alrededor de lo que me ha brindado RCN.
RCN, me ha brindado la oportunidad de ser editor de noticias, participar de las mesas de trabajo de distintos programas, algunos de carácter humorístico, otros de carácter político, ser editor de programas internacionales como El Especial Solar, que se realizaba con varias emisoras del mundo y obviamente mi trabajo ahora como director de dos programas, me permiten escribir en su página Que no falte la crónica y hacer un podcast, que es ir en la dirección de la naturaleza de la manera de comunicar de estos tiempos, de manera que ha sido absolutamente un todo. Yo diría, profesionalmente e incluso personalmente, tengo un gran cariño por todo lo que ha supuesto mi carrera casi al punto de cumplir 30 años
Muchas gracias.
Muchas gracias por la oportunidad. Me encantó conversar y seguimos en contacto. Un saludo especial.
“Yo creo que la radio es el medio por excelencia.”
Indalecio Castellanos acompañado de izquierda a derecha, Juan Vicente Reyes (productor), la periodista de temas digitales Andrea Cardona, el periodista deportivo Jaime Orlando Pulido, la periodista Katherin Hernández y Javier Stamato.
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