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La sorprendente historia de superación de Ana Gladys Salinas

Updated: Oct 20, 2021


Ana Gladys Salinas.



La oportunidad de prosperidad y de éxito son grandes sueños que una gran mayoría de inmigrantes persiguen en Estados Unidos, y Ana Gladys Salinas es una colombiana que ha cumplido con ellos. Para mi Estados Unidos es el país de los sueños”...Con estas palabras, ella define su ideal del Sueño Americano.

Prácticamente de cero, Ana Gladys inició su experiencia de vida en este país, y poco a poco en medio de un sinnúmero de pruebas e inconvenientes, fue superando las barreras que le permiten ahora contar con orgullo, que puede gozar de las comodidades que años atrás no tenía cuando sola decidió enfrentar este enorme reto.


Pero esto es tan solo el presente porque toda historia tiene su pasado y el de Ana Gladys Salinas es largo y voluminoso. Su apesadumbrada infancia en Colombia y sus inverosímiles anécdotas y experiencias de vida en el país del “Tío Sam”, nos dejan boquiabiertos y fascinados al punto de ansiar conocer más de aquella niña prácticamente huérfana que asombrosamente un día pasó de ser la empleada doméstica en una casa de familia, a emplear y ayudar a sus antiguos patrones y a muchos de sus familiares cercanos a quienes como experta en inmigración, ha logrado conseguirles residencia en Miami Florida donde Ana Gladys Salinas vive hace unos 20 años.


Ana Gladys vive feliz y plena, pero sobretodo muy agradecida con las bendiciones que ha recibido en su vida, y aunque es consciente de que todavía le falta camino para recorrer, sabe que su historia es un digno ejemplo que puede servir de inspiración a muchas personas.




Por: Germán Posada



¿De qué parte de Colombia es Ana Gladys Salinas?

A.G.: Yo nací en la vereda Pinipay en el municipio de San Cayetano en Cundinamarca, desde donde muy pequeña emigré a Bogotá.


¿Cómo recuerda su infancia?

A.G.: Mi infancia fue muy dura y terrible. Mi mamá abandonó a mi papá porque aparentemente era muy violento. Al año de yo haber nacido mi mamá se fue y nos dejó a mí y a otro hermano con mi papá, y se fue con mis otros tres hermanos. Por mis primeros 5 años me crié con mi papá, vivíamos bien porque él era un hombre muy adinerado pero fue asesinado en frente mío. A mi edad fue muy duro presenciar la muerte de mi papá. Muy niños mi hermano y yo fuimos testigos cuando encapuchados asesinaron a mi papá y se robaban las cosas de la casa y el ganado.



¿Y qué pasó con su hermano y usted?

A.G.: Mi hermano y yo resultamos viviendo en la casa de una tía y estuvimos por unos tres años con ella hasta que alguien puso un aviso en la radio que avisaba que dos menores de edad buscaban a su mamá porque su padre había sido asesinado. Mi mamá nos buscó y nos fuimos a vivir con ella pero comenzamos a llevar una vida de mucha pobreza, con mi mamá no teníamos ni comida. La verdad no puedo decir que era la vida de mi mamá, ni qué hacía. Lo único que recuerdo era que mi hermano y yo vivíamos siempre solos. Ella estaba casada con otra persona y siempre se iban y nos dejaban.


¿Llegó a enterarse el por qué fue asesinado su papá?

A.G.: Soy una persona que no me gusta sentir odio por nadie, pero al parecer todo apunta que fue desde la casa de la tía en donde vivimos mi hermano y yo, que partió el plan para asesinar a mi papá con el fin de quedarse con su fortuna.


Usted dice que su mamá abandonó a su papá porque aparentemente era violento y hasta donde he sabido la pérdida de uno de sus ojos fue por un castigo de su padre. ¿Es esto cierto?

A.G.: En realidad en lo personal nunca sentí la violencia de mi padre, de hecho es todo lo contrario, sentía que era muy amoroso. Referente a la perdida de mi ojo algunos dicen que mi papá fue quién me castigó con una correa y con la chapa me ocasionó la perdida de mi ojo, pero honestamente no tengo memoria de ese episodio de mi vida. Es como un blanco de memoria que tengo al respecto. Otros dicen que fue a causa de una caída que yo tuve.

Mal haría en decir que fue mi papá quién ocasionó la perdida de mi ojo, pero lo que sí recuerdo es que una vez en la noche traté de escaparme porque como niña quería buscar a mi mamá, y pensaba que si me iba caminando a la ciudad, en algún momento iba a encontrarla y por esto mi papá me castigó muy duro al encontrarme.


¿En la medida en la que fue creciendo qué pasaba con su vida?

A.G.: Recuerdo que iba a seguir estudios a la escuela y alcancé a hacer unos dos años de primaria, y a los diez años me pusieron a trabajar en una cafetería ayudándole a una señora y ella me ayudó para complementar mi estudios de primaría. De unos 14 años me fui a trabajar con otra familia en Bogotá que fueron las personas que me ayudaron a venir a Estados Unidos. En esta familia me trataron con mucho amor, yo cuidaba su primera niña y ayudaba en las cosas de la casa, me trataron como si fuera de la familia. Me cuidaban, me querían y me ayudaron con los tratamientos para mi ojo.

Mientras trabajaba con ellos en Bogotá estudiaba mi bachillerato por radio, recuerdo que uno de mis profesores era el locutor Fabio Becerra Ruiz que enseñaba religión, y de quién yo pensaba que era sacerdote. Me levantaba a las 4 de la mañana para escuchar las clases. Alcancé a hacer unos tres años y hasta presenté exámenes del ICFES.

Yo me vine a Estados Unidos sin permiso de mis familiares, y de hecho mis patrones tuvieron problemas a causa de mi familia, pero finalmente pude salir de Colombia.


Tengo entendido de que una vez viviendo en Estados Unidos con esta familia usted resultó sola en este país. ¿Por qué?

A.G.: Ellos vivían muy bien en Colombia. Ella era Fiscal y su esposo era abogado y trabajaba, si no estoy mal, con una agencia de viajes como independiente. Desafortunadamente a ella no le gustó Estados Unidos y a los tres meses se devolvió y su esposo se quedó unos seis meses para luego devolverse a Colombia.


¿Y cómo siguió sola su vida en Estados Unidos?

A.G.: Antes de devolverse, mis patrones me preguntaron que quería hacer, y les dije que me quedaba porque en Colombia no tenía nada. Por medio de una familia conocida de ellos que fue a donde llegamos a Estados Unidos, me quedé con otra familia por un tiempo. El primer trabajo que tuve fue en un almacén parecido al mercado de las pulgas en Colombia. Allí me pagaban sólo si vendía. El hecho de no poderme comunicar con las personas me obligó a esforzarme a aprender el inglés. Me levantaba a las 4 de la mañana para estudiar inglés por mi cuenta y con un cuaderno, un diccionario y un periódico traducía palabra por palabra y en mi trabajo hablaba con todo americano que se me atravesara por lo cual en tres meses ya estaba hablando inglés. Allí trabajé unos seis meses.

Luego una señora me ofreció trabajar en su compañía de limpieza y por esos días me inscribí para estudiar mi escuela secundaria la cual terminé en un año, esto fue a finales de los ochenta.

En esta época conocí a un señor ya mayor colega de trabajo, yo estaba muy joven y me pidió casarme con él, ya que yo sentía que necesitaba protección y me sentía desamparada, acepté. No niego que en parte mi decisión era para poderme legalizar. Con el paso del tiempo me di cuenta que el proceso con la documentación no avanzaba e investigando me di cuenta que él también era ilegal. Aproveché que como él no hablaba inglés y yo sí, le hice una pequeña trampa y le dije que teníamos que ir a la Corte a firmar unos papeles que nos faltaban del matrimonio pero en realidad lo que estábamos haciendo era divorciándonos.


¿Y luego de este trabajo en que otras cosas se ocupó?

A.G.: Conseguí trabajo en una fábrica italiana de pastas, ya tenía un carro y pagaba mi apartamento. Trabajaba con inmigrantes que tenían más de 30 años de trabajar allí y yo les decía que quería estudiar y lo que me respondían era que no soñara y que me dedicara a trabajar. En aquella época algún día se presentó en mi trabajo la policía de inmigración, y a excepción de dos personas, el resto éramos indocumentados. Del susto al ver como todos trataban de escaparse y de ver algunos compañeros esposados, de los nervios yo me quedé pasmada en la máquina y seguí trabajando y por esto me salvé de que me detuvieran y deportaran. Ahora me río de todo esto.

Esa misma tarde en la edificación en donde vivía, llorando le conté lo que me había sucedido a un amigo puertorriqueño y justo en ese momento me dijo que me amaba y que si quería casarme con él. Yo no tenía nada de eso en mente, pero me dije que si quería estudiar y trabajar y salir adelante, tenía que legalizarme y decidí casarme con él. Al día siguiente fuimos a la Corte y empezamos una vida de pareja. Desafortunadamente él era adicto a las drogas. Tuve dos hijos con él, pero por su adicción, fue un tiempo de maltrato en donde temí por mi vida y la de mis hijos.

En el proceso de legalízame, le pagué con mis ahorros que sumaban unos 5 mil dólares, a un abogado en Miami, pero resultó ser un estafador que no solamente me engañó a mí sino a muchas personas. Vimos la noticia en televisión. Esta experiencia me llevó a conocer la página web de inmigración, y algo me decía que yo podía diligenciar el proceso por mi cuenta y así lo hice. De esta manera comencé a hacerme popular entre la gente porque me pedían el favor de que les ayudara con sus papeles de inmigración y así fui ganando experiencia en esta clase de trámites. Con el papá de mis dos hijos viví hasta el año 95, un periodo bastante agitado, pero en el que logré legalizarme y en el que estuve muy cerca de morir.


¿Y qué pasó cuando habla de que estuvo cerca de morir?

A.G.: Cuando nació mi hija estuve a punto de morirme porque me dio preeclampsia. Yo trabajaba mucho y tenía hasta dos trabajos, un día me levanté con fuertes dolores de estómago, y ya en el hospital le dije al médico que sentía que me estaba muriendo. Luego de unos exámenes médicos, el médico me dijo que no podía garantizarme ni mi vida ni la de mi hija, y que necesitaba mi permiso para inducirme el parto. Yo tuve que firmar unos documentos y permanecí dos semanas en coma. Cuando desperté tuve esa experiencia de la cual habla mucha gente al ver que nuestra alma esta por fuera de nuestro cuerpo. Yo viví esa sensación. Veía personas que me desconectaban porque estaba muerta, pero al mismo tiempo sentía que estaba viva, y me desperté y empecé a recordar quién era yo y a preguntar por mi hija, ya que el médico me había dicho que solo una de las dos sobreviviría. Una enfermera me contestó que había tenido una hija completa y en perfecto estado de salud que iba a despertar al mundo. Ahora mi hija es una Fiscal de los Estados Unidos.



Creo que tengo tantas historias que podría escribir un libro.

Ana Gladys Salinas,


¿Y cómo comenzó su proceso en la universidad, tengo entendido de que es abogada?

A.G.: En realidad todavía no lo soy pero dentro de muy poco me podré graduar.

Con mis dos hijos hacía dos trabajos. Uno lo comenzaba de 8 de la mañana a 5 de la tarde, y otro de 6 de la tarde a la una de la madrugada. Tenía una persona tiempo completo cuidándome los niños. Al mudarme a otra casa me propusieron cuidar a una anciana enferma en silla de ruedas, y cambié mis trabajos siendo así como encontré un ángel. En el día trabajaba cuidando la señora, y en la noche seguía con mi otro trabajo. El esposo de la señora comenzó a tenerme mucho cariño y consideración. Al mismo tiempo continuaba ayudándole a la gente con sus papeles de inmigración y le contaba al señor de mis proyectos que siempre desde niña quería ser abogada y que algún día lo iba a lograr. El me sugería que estudiara. Al año de cuidar la señora ella murió, y el señor me propuso irme a estudiar a la universidad y que le trabajara medio tiempo a él. Así lo hice pero continuaba realizando mi trabajo hasta la una de la madrugada.

Empecé entonces a estudiar Bachellor Degree en Paralegal (Licenciatura en Paralegal) en la universidad Keiser College, allí me gradué con honores como la mejor de la universidad. Después con más confianza fui a la universidad Florida Atlantic University y estudié Criminal Justice (Justicia Penal), allí tuve algunos conflictos porque en general era como una tendencia de que en las clases los profesores dijeran que eran los hijos de las madres solteras inmigrantes los criminales, y yo quería probarles que las madres como yo, podíamos llegar a ser alguien al igual que nuestros hijos. La prueba está en que mi hija se graduó como abogada y fue la número uno en su Universidad y ahora trabaja en La Corte de Inmigración en Manhatan. Mi Hijo tiene estudios en Antropología y es uno de los 10 mejores catadores de Estados Unidos y también es entrenador en este oficio y yo también me he graduado con honores.

En 2016 hice un Master en Global Bussines (Negocios de visas). Ahora estoy estudiando para pasar el examen con el cual me podré graduar como abogada. Aspiro a hacerlo en un año.


¿Y cómo se dio el tener su propia firma en consultoría de Inmigración?

A.G.: Luego de trabajar para una importante firma de abogados en donde yo era prácticamente la cabeza de todo y ganaba muy bien, me di cuenta que había cometido un gran error que era haber dejado tanto de lado a mis hijos. Yo me había vuelto a casar y volví a quedar embarazada. Cuando nació mi otra niña renuncié a la firma de abogados y recapacité para dedicarme más a mi hija. A mis hijos no les faltó nada material pero no tenían a su mamá cerca. Antes con los dos trabajos que tenía y luego en esta firma.

La compañía me hizo firmar un documento que no podía ejercer en ningún lado pero los clientes me seguían. Así poco a poco empecé a trabajar por mi cuenta desde mi casa. Yo había adquirido mucha experiencia, trabajaba muy bien y a precios muy cómodos.

Tanta era mi experiencia que aquí tengo una anécdota muy especial que quiero compartirle y es que mi actual esposo por aquella época estaba en un proceso de deportación y tenía un abogado que no pudo resolverle su caso. Otro abogado me cobró 25 mil dólares pero no me aseguraba absolutamente nada que pudiera ganar el caso. Yo nunca había tratado un caso de deportación y dada la respuesta tan negativa del segundo abogado decidí tomar el caso y al año mi esposo ya estaba de vuelta en los Estados Unidos.

Ya son 25 años de experiencia en tratamientos con temas de inmigración haciéndolo de manera independiente, la verdad no he querido tener una firma que sea muy grande porque me gusta mucho mi libertad y el estar más dedicada a mis hijos en especial por todo lo que lo que aprendí con los dos mayores de todo ese tiempo que estuve ausente de ellos en donde quedaron recuerdos muy amargos. Actualmente mi firma emplea a 4 personas y hemos podido ayudar a legalizar a mucha gente.



¿En total cuántos hijos tiene?

A.G.: Tengo 4 hijos. Tres mujeres y un hombre. Una de mis hijas es adoptada.


Parece que ha tenido también bastante éxito con el negocio de bienes raíces. ¿Cómo se inició en él?

A.G.: Cuando tuve mi última hija mi objetivo era dedicarme a ella y aproveché para sacar mi licencia de Real Estate. En este negocio no tenía que estar tan sumergida en trabajo de oficina y me ha ido muy bien. Lo hago en mi tiempo extra. El año pasado estuve en Dubai aprendiendo bastante de este negocio y teníamos buenos proyectos pero por el tema de la pandemia las cosas están en pausa. Pero mi pasión es el tema de inmigración y la gente me busca mucho por mi excelente trabajo.



¿Se ha encontrado con sus antiguos compañeros de trabajo de las fábricas?

A.G.: En la celebración de mis 50 años me visitaron mis antiguos compañeros de trabajo y estaban sorprendidos de mi transformación. Algunos me traen a sus hijos para mostrarles un ejemplo de superación y me piden que les hable. Les digo que todo se puede, que no hay nada fácil y que la prueba es que yo tengo tres carreras universitarias y que con dos hijos, siendo madre soltera y haciendo dos trabajos pude lograrlo.

Si tú crees y tomas la acción de hacer las cosas todo se puede. Yo empecé en fábricas porque así tenía que hacerlo pero la cuestión no es quedarse ahí si no avanzar y si Dios me mandó acá fue con un propósito y era que yo saliera adelante para poder ayudar a otros. A los jóvenes les digo que tienen que estudiar para conocer las leyes para guiar a los demás.

Muchos inmigrantes dicen que los americanos son malos y discriminan, pero para mí han sido una bendición, obviamente hay excepciones, lo que pasa es que hay que ganarse su confianza y mostrarles que eres diferente, honesto, que tienes deseos de estudiar y progresar y lo logras.



¿Con su popularidad me imagino que le han propuesto hacer carrera en política?

A.G.: ¡Claro que sí! Le cuento una anécdota referente a este tema. Algún día un ladrón tratando de escaparse resultó en el patio de mi casa y la policía lo detuvo y esto fue noticia. Al día siguiente llegaron los medios a cubrir esta noticia y me preguntaban lo que había pasado. Obviamente yo salí en televisión y todos mis allegados llamaban a preguntar por mí. Mi teléfono no paro de sonar por un buen rato. Fue precisamente cuando alguien me dijo del por qué no me metía en política dada mi popularidad, pero honestamente esto nunca me ha interesado. Si he colaborado en algunas campañas de política, por ejemplo para la de Hillary Clinton y Joe Biden, pero no es mi intención, meterme en política no me interesa.



Supe que sus antiguos patrones volvieron a instalarse a los Estados Unidos. ¿Cuál es su relación con ellos?

A.G.: Uno de mis pensamientos es que lo que tú das, tú recibes. Ellos para mi fueron una familia y amigos, me dieron la oportunidad de otra vida. Cuando ellos llegaron acá hace quince años yo les abrí las puertas de mi casa y les ayudé en sus trámites de legalización. Ahora ella trabaja conmigo y es como mi consentida. Ella es quién se encarga de que en la oficina todo esté funcionando y su esposo a veces nos colabora también.


¿Qué impresión tuvieron de ver los cambios que usted ha tenido en Estados Unidos en comparación al pasado?

A.G.: Bueno, la verdad es que siempre mantuvimos un contacto telefónico razón por la cual se enteraban de lo que pasaba en mi vida. De hecho cuando yo iba de vacaciones a Colombia me hospedaba en casa de ellos y viceversa. Ellos siempre manifestaron su aprecio y reconocimiento de lo que yo estaba logrando y contaban mi historia con orgullo a la gente como un testimonio de superación y ejemplo a seguir y hemos conservado nuestra amistad a través de todos estos años.

¿Con esta vida tan nutrida de experiencias en los Estados Unidos qué piensa de su momento actual en comparación a sus inicios?

A.G.: Ha sido un ir y venir de diversas experiencias y aprendizajes que me han servido para seguir adelante. Hay momentos de desesperación en los que actuamos sin meditar mucho pero tenemos que ser fuertes y superarlos. Le cuento otra de mis experiencias. En mis momentos de angustia y desesperación de tener una vida con tantos sinsabores y en medio de mi inocencia me volví cristiana y empecé a ser muy fanática de un pastor muy popular por acá que se llamado Benny Hinn.

En una de esas conferencias cristianas conocí a un señor que me dijo que Dios le había dicho que él estaba destinado para ser mi esposo y yo le creí. A mí no me gustaba el señor pero como era un mandato de Dios, acepté y tuvimos una niña. Resulta que él era un ladrón y un mantenido que quería que yo vendiera todo, incluso supe que hasta tenía record criminal. De esta persona rápidamente me separé y hace 20 años que vivo con mi actual esposo, aquel que en su momento fue deportado y quién adopto a mi hija.

Para mi Estados Unidos es el país de los sueños y hoy y siempre les digo a las personas que no hablan inglés y que es tan importante para vivir aquí que si yo lo aprendí con un periódico, un diccionario y un cuaderno escribiendo palabra por palabra, ahora con tanta tecnología es más fácil. Conozco personas que sin papeles han estudiado y han logrado salir adelante. No hay barreras si queremos hacer las cosas.


¿Con los logros que ha conseguido tiene alguna meta más en especial que le gustaría realizar?

A.G.: Mi sueño es tener mi diploma de abogada. Me siento satisfecha en lo que hago con mi vida, no me interesa tener una firma con muchos abogados, no quiero tanto estrés y es muy importante el tiempo que pueda pasar con mi familia. Mi objetivo es poder hacer la diferencia en cada persona. Que si Dios me puso una persona en mi camino la pueda ayudar. Poder darle paz a la gente.



¿Qué piensa del momento actual en nuestro país?

A.G.: Me da tristeza porque muchas veces aunque la juventud en Colombia está creciendo mucho, son inteligentes y tienen proyectos, a nivel político están mal guiados, como sin futuro.



Muchas gracias por aceptar esta entrevista.

A.G.: Con mucho gusto. Me encantó y le agradezco también su tiempo de entrevistarme. Creo que tengo tantas historias que podría escribir un libro. Es la primera vez que me decido a contar mi vida, ya en el pasado me lo habían propuesto pero no había querido aceptar.



Mi objetivo es poder hacer la diferencia en cada persona.

Ana Gladys Salinas.

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Germán Posada es natural de la ciudad de Medellín (Antioquia). Estudió Locución para Radio y Televisión en el Instituto Metropolitano de Educación (I.M.E). 
  
En Medellín colaboró en el programa Buenos Días Antioquia transmitido por la Cadena Colmundo Radio y participó en la animación y programación del programa Mirador Comunitario a través del Sistema Radial K (Armony Records). Ambos bajo la conducción y dirección del Periodista antioqueño Carlos Ariel Espejo Marín (q.e.p.d). 

 

Desde el 2001 reside en la ciudad de Montreal en donde ha participado en la realización y animación de los programas radiales Escuchando América Latina  (CKUT 90.3 FM), Onda Latina (CFMB 1280 am) y La Cantina (CFMB 1280). 
  

 

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