Por: Fabio Becerra Ruiz
Los colombianos, a diferencia de lo que nos muestran las telenovelas en el exterior, nos caracterizamos en inmensa mayoría por ser gente honesta, trabajadora, hogareña, y amantes de nuestra tierra, pero existen seres especiales que son ejemplo para las nuevas generaciones como es el caso del abogado nariñense Enrique Villareal Sarasty.
Nacido en las breñas de esa hermosa tierra del sur del país, el jurista Villareaal Sarasty, inició su carrera profesional hace casi setenta años, llegando a destacarse como Juez Superior en Bogotá donde paradójicamente a su despacho le correspondió por reparto el proceso contra el General Rojas Pinilla cuando la Corte Suprema al declarar que el 13 de junio de 1953 existió abandono del poder por Laureano Gómez y Roberto Urdaneta Arbeláez, declaró vacancia en el poder presidencial en dicha fecha, y remitió proceso contra el ya entonces ex Presidente de facto Rojas Pinilla a los jueces superiores, correspondiéndole al Juez Enrique Villareal fallar en 1957 el espinoso asunto, también se desempeñó como Magistrado, e igualmente ejerció como abogado litigante teniendo entre sus casos más sobresalientes el ser abogado del partido conservador como defensor del Representante Amadeo Rodríguez incriminado por la muerte del congresista liberal Gustavo Jiménez ocurrida en septiembre de 1949 en el propio recinto del Congreso después de intensa balacera por motivos políticos, también ofició como abogado de Pablo Escobar Gaviria cuando éste hacía sus primeros “pinitos” como delincuente y sin la asombrante cifra que llego a atesorar años después.
Pasados los años y en estado económicamente precario, por haber sido un jurista intachable, pulcro y honorable profesional, llegó a la tercera edad como pobre de solemnidad, y a avanzada edad continuaba sin lograr una pensión de vejez, ya que para acreditar algunos tiempos de servicio requeridos, se debía acudir a archivos incendiados en la revuelta del 9 de abril de 1948, por lo cual debió emplearse como abogado de planta de la Personería de Bogotá, y a sus 82 años rompía el récord de edad y permanencia activa como funcionario público en Colombia, eficiente entre otras cosas en el campo penal por su brillante y larga experiencia profesional, pues debía completar el tiempo que le faltaba para su pensión, y luego para luchar con tesón a efecto que le fuera reconocido su magro auxilio de vejez, que aún disfruta a sus 93 años con plena lucidez mental, aunque aquejado en su salud por el inexorable paso del tiempo.
Enrique Villareal Sarasty es indiscutiblemente un hombre digno, recto y modesto, un orgullo para la profesión de la abogacía en Colombia, y su vida y ejecutorias como jurista, debería enseñarse en las universidades como ejemplo de pulcritud profesional, en especial hoy día con tantos nuevos y viejos profesionales del derecho que intentan ganar casos y dinero con toda clase de artimañas legales, y tanto colombiano que se ilusiona con crear fortuna sin sacrificios y de manera fácil, lo cual choca con la trayectoria de este hombre sencillo que soporta las dificultades de salud en la vejez con la satisfacción del deber cumplido como jurista, como padre, como abuelo, como Colombiano de bien y modelo de profesional respetado y respetable, para las nuevas generaciones.
(Esta columna es de estricta responsabilidad del autor y no representa la opinión de este portal)
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