Por: Germán Posada
Se sigue mediatizando sobre el magnate Jeffrey Epstein. Esta, al igual que otras historias que han hecho eco en la sociedad, seguirá siendo tema de interés para la subsistencia mordaz y perversa de los medios amarillistas.
El FBI, será la entidad encargada de investigar a fondo las circunstancias reales de su muerte. Aquella que técnicamente hasta ahora está declarada como un suicidio y que ocurrió el pasado 10 de agosto en el Metropolitan Correctional Center, de la ciudad de Nueva York. Epstein no fue graduado de Harvard ni creció en una familia rica. Pero su inteligencia y destreza para los números lo hicieron escalar rápidamente en el mundo de las finanzas. Su comienzo fue como profesor de matemáticas y luego como analista y asesor en la empresa Bear Stearns.
A partir de esta experiencia empresarial su vida tomó un rumbo fabuloso convirtiéndose en un reconocido y exitoso hombre de finanzas que lo llevarían a entrar en el selecto mundo que habitan sólo personalidades célebres y millonarias en el mundo.
Dicen que los ricos esconden infinidad de secretos de los que sólo se sabrá una parte después de su muerte. Este pareciera ser el caso de Epstein.
Si de sus éxitos en la manera de capitalizar fortuna ya una gran mayoría la conocemos no ha sido la excepción saber de sus gustos excéntricos y su debilidad por las mujeres jóvenes a la hora de satisfacer su voraz apetito sexual.
Esta otra parte de la personalidad extravagante del millonario financista fue tomando fuerza una vez su humanidad dejó de existir. Pero es esta otra parte, hasta ahora poco conocida, la que aparentemente involucra y tiene en vilo, a algunos “buenos amigos”, hombres y mujeres, que estuvieron muy de cerca en la vida de Epstein y que al parecer, conocían con detalles la otra “cara de la moneda” del también reconocido como hombre filántropo.
Nombres poderosos como el del ex presidente Bill Clinton, el presidente Donald Trump, el Príncipe Andrew y hasta Bill Gates, salen a relucir en esta historia, cuando al investigar aparecen en la lista de invitados en algunas de las actividades que programaba en vida el grotesco acaudalado.
Es obvio, no es para nada interesante hacer parte de esta lista, justo en momentos en los que se le investiga al difunto por sus actividades sexuales ilícitas y en las que no sería nada positivo verse envueltos los famosos ya mencionados.
Jeffrey Epstein ya no existe. Con él se fueron secretos que por más que se investigue difícilmente saldrán a la luz pública. Tan sólo soportó más que unos días el precio de sus crímenes en la soledad e incomodidad de una celda. En aquella en la que aparentemente el decidió terminar con su vida o en la que otros -se presume por intereses personales- conspiraron para terminarla.
No todo es tan bueno que se sepa. Y más cuando se tienen los medios de ocultar aquellas imperfecciones del ser humano, que en este caso, dentro de la esfera más poderosa de la sociedad, se esconden las más perversas, miserables y canallas acciones de siniestros personajes disfrazados de linaje, copete y corbata.
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