Andrés Ríos López.
Por: Germán Posada
Hace mes y medio tuve la fortuna de charlar con el célebre periodista antioqueño Juan Guillermo Ríos. Conversar con él fue un hecho casi indescriptible, porque era un cúmulo de sensaciones diversas en las que difícilmente podía digerir el estar conversando con uno de los protagonistas más importantes y destacados que ha dado el periodismo en Colombia. De hecho, fue el periodista más influyente en la década de los ochenta en nuestro país.
En esa charla supe de la existencia de su libro biográfico titulado: “Memorias con Paz, Amor y Buen Genio”, escrito por uno de sus hijos, Andrés Ríos López, también periodista.
Una vez tuve el libro en mis manos, me dispuse a leerlo y la empatía con sus líneas fue tal, que difícilmente me detuve para dejar de leerlo. Me complacía de alguna manera, y en especial por la redacción de sus párrafos, el volver en el tiempo y recordar una parte de mi vida, en medio de las polvorientas y estrechas calles que definían aquellos barrios populares de Medellín, en los que tantos vivimos nuestra infancia, adolescencia, juventud, y nos hicimos adultos.
No era entonces por demás, charlar esta vez con Andrés Ríos López, para saber de su experiencia al escribir una buena parte de la vida de su padre. Con Andrés pude corroborar ese ADN del periodismo que está bien impregnado en el apellido Ríos. Un apellido que, sin lugar a dudas, ya tiene ganado con honores su sitial dentro del periodismo colombiano.
En medio del estado de salud de su padre, ¿cómo describe esos momentos en los que lo escuchaba narrando todas estas historias de vida personal y profesional?
Este libro se empezó a gestar hace mucho tiempo, inclusive cuando mi padre sobrevivió a la gran crisis de salud que le dio entre diciembre del 98 y la llegada del 99.
Cuando mi papá salió de cuidados intensivos, mientras se estaba recuperando pensamos que era importante escribir un libro sobre su experiencia de resiliencia. En ese momento yo estaba muy joven y no me sentía preparado para hacerlo y pensamos en otros nombres como Héctor Abad Faciolince, a quien se lo propusimos, pero él estaba escribiendo otros proyectos que luego salieron a la luz pública.
Hace unos seis años se había pensado en un libro en el que mi papá contára su historia de superación personal y diera consejos sobre ello. Yo adelanté todo el trabajo de producción e investigación de la parte médica, pero no se había escrito una sola letra. Se hizo todo el trabajo de ubicar y entrevistar los médicos de esa época, las enfermeras, la historia médica y demás testigos de lo que pasó en esos años en los que él sobrevivió al cáncer y las múltiples cirugías.
El proyecto se frenó por diferentes motivos, pero no dejaba de maquinar la idea de sacar el libro y toqué la puerta de un par de editoriales sin mayor éxito. En el fondo también buscaba una editorial que sintiera conexión con el proyecto y con la historia de mi padre. A mediados del año 2020, en plena pandemia y cuarentena profunda, di con la gente de Intermedio Editores de la Casa Editorial El Tiempo. Su gerente, Misael Blanco, estaba sorprendido porque no existiera aún un libro sobre mi padre. Arreglamos todo y empecé la producción final del libro, al que le faltaban dos bloques enormes como eran la infancia, adolescencia e inicios en el periodismo de mi papá, toda la parte de su carrera profesional y su presente. En sí, solo estaba investigada la parte de la enfermedad, faltaba casi todo, no se había escrito una sola letra.
Faltaba hacer todo el trabajo de producción del primer bloque que era la infancia, adolescencia y los inicios en el periodismo de mi papá. Y luego el bloque de toda su carrera de periodista, el estrellato del Noticiero de las Siete, la debacle y por último todo lo que eran las reflexiones actuales de su vida.
Mis entrevistas con él se hicieron entre febrero y marzo del año pasado. Hace un año estábamos terminando ese trabajo de producción y coincidió con que a mi papá le iban a hacer una cirugía muy delicada en donde iba a tener un alto porcentaje de posibilidades de fallecer. Las dos noches anteriores a la cirugía yo lo entrevistaba sobre las reflexiones que él quería dejar y lo hice pensando en que podía ser un libro póstumo. Me armé de muchísimo valor, fue muy difícil entrevistar a mi padre para un libro que, hasta ese momento se estaba produciendo periodísticamente y que podían ser sus últimas palabras. Afortunadamente no fue así.
“Este es un viaje maravilloso de ida y de vuelta. De la fama y poder a su más sencillo origen. De la nada a tenerlo todo y de regreso a su punto de partida”. Estas primeras líneas forman parte del prólogo escrito por Julio Sánchez Cristo. A mí manera de ver, el compendio de este libro. ¿Usted qué opina?
Estábamos en la búsqueda del autor del prólogo y teníamos dos nombres en carpeta. Julio Sánchez Cristo, con quien mi papá generó mucha complicidad en momentos en los que, en los inicios de los ochenta, él apenas estaba empezando en Caracol 6AM-9AM. Y el otro era Gustavo Gómez, que dirige hoy en día 6AM-9AM, y que siempre ha sido un gran admirador de mi papá y a quien conozco bastante también.
En primer lugar, se lo propusimos a Julio Sánchez Cristo a través de Juan Pablo Calvás, quien fue “alumno” de mi papá en Radio Santa Fe y que lo considera un mentor. Julio de inmediato dijo que sí y su prólogo interpreta muchísimo lo que es la vida de mi papá. Son de esas relaciones de dos personas que se conocen, pero que no tienen necesidad de verse todos los días. Si mucho, en los últimos diez años han hablado dos veces, pero existe admiración, cariño y respeto. Fue una amistad que se gestó en los ochenta en la cabina de Caracol en 6AM-9AM. Incluso Julio Sánchez Cristo acompañó, en su momento, a mi papá a hacer la entrevista de Jaime Bateman Cayón, la cual es narrada en el libro.
Julio en su prólogo hace una descripción perfecta. Es un viaje de ida y vuelta porque esa ha sido la vida de mi padre. Un torbellino de altas y bajas o de bajas y altas. La pobreza de su infancia, lo duro que para él fue el surgir en el periodismo sabiendo que no tiene un apellido de abolengo en un país muy regionalista y centralista. Que ante quien llegue de la llamada “provincia”, llámese costeña, antioqueña o de cualquier región que no sea Bogotá, surja la inquietud sobre “este quién es, a quien le ha ganado, por qué llega aquí o este qué apellido tiene”.
Mi papá simplemente es Ríos, de un barrio popular de Medellín que se llama Villa Hermosa y que le tocó labrarse paso a codazo limpio (por decirlo de una forma coloquial) en el mundo del periodismo en Bogotá y lo logró. Triunfó hasta más no dar y generó grandes enemistades y envidias, batalló y triunfó y, luego volvió y cayó en el marco de una quiebra, de la enfermedad, de volver a luchar, porque le pusieron mil trabas, porque no toleraban que él surgiera. Esas son cosas que todavía se viven en el marco del poder en este país, tanto en el poder periodístico como en el poder político.
De manera que como lo describe Julio Sánchez Cristo: es un viaje de ida y vuelta, de triunfar, de la derrota, de subir, de bajar y de salir adelante, ante todo, como misión primaria.
En este libro narra esa falta de recursos que vivió su papá junto a su familia en su infancia y juventud. A usted ya no le tocó vivir esas circunstancias, de hecho, inició su vida en Europa y en condiciones más holgadas. ¿Qué aprendizaje le ha dejado esto en su vida? ¿Cómo ve estas diferencias?
Bueno, a mí me tocaron los primeros 2 o 3 años de vida duros a nivel económico, eran los años en que mi papá todavía estaba surgiendo y vivíamos en un garaje en la ciudad de Bogotá.
Luego de su viaje a Bélgica las condiciones a nuestro regreso fueron completamente distintas. Parte de mi niñez y mi adolescencia fueron de privilegios, entre lo que cabe como privilegio en este país, obviamente. Es decir, que tuve muy buenos colegios y logré adquirir un muy buen nivel cultural.
También me tocó vivir las quiebras de mi papá en donde él hacía esfuerzos impresionantes para poder pagar mi universidad y la de mi hermano.
En ese periodo entre el 95 y 99, que se enfermó tanto, fue una época durísima que me deja como enseñanza, de sus caídas y ser testigo del gran batallador que ha sido, es ese espíritu de lo que es su madre, mi abuela Cecilia, y su padre, mi abuelo Antonio, y el espíritu de la familia Ríos de no darse por vencidos y siempre echar para adelante.
Hace un año en la cirugía, al estar encarando este reto junto a mi padre, que era de vida o muerte, recuerdo que él lo asumió como si le fueran simplemente a sacar una muela, se despidió de mí con un sencillo: ahora nos vemos.
Cuando terminaron la operación, el médico Manuel Riveros, me dijo que el espíritu de mi papá para luchar era algo impresionante.
Ese es su legado: espíritu de lucha y sacar adelante las situaciones difíciles de la vida por encima de cualquier cosa.
Algo que me impactó muchísimo fue aquel episodio en el que su papá incidió para que, en los noticieros de televisión, los periodistas tuvieran más protagonismo. (Pág.72). Sin lugar a dudas un precedente de mucha importancia en la historia de los noticieros televisivos en Colombia. ¿Qué piensa al respecto?
La radio era la única que en esa época en Colombia manejaba reportería como tal y que fue en donde surgió mi papá, en Clarín, el noticiero radial que en su momento más se escuchaba en Medellín. Por la facilidad tecnológica del momento la reportería era algo muy de la radio y se notaba el atraso que teníamos en el país en materia de periodismo.
En la televisión lo que se veía era el presentador – locutor y las noticias se mostraban con muy poca reportería, ya que no tenían buen número de cámaras y poco presupuesto.
Mi papá decidió darle ese protagonismo a los periodistas, necesitaba que sus periodistas fueran absolutamente reporteros y que fueran a ver la calle a olerla, a contarla.
Sin duda alguna son varios aspectos que me impactaron de este libro, las narraciones del cubrimiento de su papá en el Palacio de Justicia, las reuniones en secreto con miembros del gobierno y el M-19 en su casa, su salida del Noticiero de las Siete, la manera como su papá sobrevivió a todos esos tratamientos médicos, pero hay algo que me tocó fuertemente la fibra y fue el relato de su tía Luz Marina, con el título: “Abrazo a una Maleta”. (Pág. 131).
Mi tía Luz Marina siempre ha sido como una especie de “alma salvadora” en el sentido de mi papá y el mío. Cuando yo llegué a estudiar a Bogotá a la Universidad Javeriana, no tenía en donde vivir y mi padre le dijo a mi tía que si me recibía unos días y esos días se convirtieron en dos años y medio.
Me dio posada a mí en segunda instancia, ya que ya se la había dado a mi papá, cuando él estaba agobiado porque no tenía en donde dormir ya que se había separado, estaba sin un peso, tenía sus cosas guardadas en una bodega y solo lo acompañaba una maleta con lo básico. Le pidió posada a mi tía y allí vivió con ella y sus dos hijas, que hoy en día lo adoran y recuerdan con mucho cariño.
El relato conmovedor que hace mi tía es el del hombre que lo tuvo todo, que fue declarado el mejor vestido de Colombia, que cambiaba sus autos BMW cada cierto kilometraje por otro que fuera el modelo del año vigente, que sus relojes eran de marca Cartier, que su ropa era sobre medida y comprada en Londres y Paris, que fue soberbio, que estuvo en la cima de todo y que lo único que tenía en ese momento era el cariño de una hermana que lo recibió sin peros. Mi papá dejó de lado el orgullo y llegó abrazado a su maleta y luego lloró hasta más no poder al darse cuenta que no tenía a nadie más que a su familia.
Ya han pasado bastantes años luego de la salida de su papá del Noticiero de las Siete y después de leer esa narración queda la sensación de que la historia quizás no debió haber terminado así. ¿Considera que, en aquellos años, cuando era presidente Belisario Betancur, fueron injustos con su padre?
Si. El primero que fue injusto fue Belisario Betancur.
Hay una cosa muy bella en el libro y es que mi papá cada vez que relata sus relaciones con ex presidentes de Colombia con los que vivió situaciones difíciles cierra el capítulo con cada uno de ellos con momentos de reconciliación. Por ejemplo, así fue con Julio César Turbay Ayala que lo censuró, o con Belisario Betancur, que lo dejó solo, y refiriéndose a este último, al final del capítulo dice: luego nos volvimos a encontrar y nos saludamos como si no hubiera ningún problema y con cero rencores.
Fueron grandes personajes para la historia de Colombia, pero obviamente a mi papá lo dejó solo el establecimiento, porque en ese sentido los empresarios de Colombia en cabeza de Fabio Echeverri Correa, en su momento presidente de la ANDI, bloquearon comercialmente al Noticiero de las Siete, el de mayor audiencia en la historia de Colombia.
Esto fue un ahogo comercial impresionante, no había como sobrevivir y la misma junta directiva de Programar Televisión, que era la dueña del noticiero en cabeza de la familia López -siendo mi papá uno de los socios- le dijeron que no había otra salida a su favor. Mi papá trató de convencer a Belisario Betancur de que lo único que había hecho era colaborarle en las negociaciones con el M-19 a través de Gabriel García Márquez, pero nunca hizo nada. Ese veto duró desde 1985 hasta el año 1997.
Todo proyecto que mi papá intentaba sacar adelante, se lo bloqueaban comercialmente.
“Ver la felicidad de mi papá, con su libro en la mano, es algo hermoso.”
Juan Guillermo Ríos.
Su papá lo describe a usted en el libro como un hombre observador y crítico. ¿Qué heredó de su padre en el periodismo?
Dos cosas: el carácter y los principios.
Así como mi papá, que en su momento no negoció sus principios y todavía no los negocia, yo tampoco los negocio, en el sentido de que me privo de tener ciertos trabajos porque no comparto los preceptos filosóficos de esa entidad en la que podría trabajar.
Estoy convencido de que uno debe de hacer periodismo en donde se sienta cómodo e identificado con ese periodismo que se basa en y por la sociedad. Debe ser de reportería, de investigación, no atado a poderes; esto representa mucho de lo que vi de mi papá. Yo desde pequeño crecí en sus salas de redacción en donde pasaba mis vacaciones, por ejemplo, tuve la fortuna de observar cómo hacían 6AM-9AM con Yamid Amat.
Trato de ser digno de mi padre en los principios y en el hacer un periodismo que me sienta a gusto, honesto conmigo mismo y con los demás.
En la solapa del libro se menciona sobre usted que: una vida sin pasiones no tiene sentido y que le rinde culto a Star Wars, la lectura, el futbol, Maradona y al rock. ¿Quiénes son sus preferidos en la música rock?
No alcanzo a comprender como hay gente que es capaz de vivir sin pasión alguna. En la vida hay que tener pasiones. El rock es una herencia absoluta y puntual de la familia de mi padre y de mi papá que desde niño escuchaba a Cat Stevens, Los Beatles, Los Rolling Stones.
A través de mis tíos conocí a Queen, Black Sabbath, Elton John, Phil Collins y, ya por el camino propio, cultivé un amor y una devoción por agrupaciones como Iron Maiden, Def Leppard, Mötley Crüe, Judas Priest, Motörhead y por grandes bandas que han marcado mi vida. No han vuelto a surgir grandes bandas (hay bellas excepciones como Foo Fighters) por una simple razón: no es que el rock haya muerto, es simplemente que todos estos artistas que te acabé de mencionar dejaron el listón tan alto, que es muy difícil de conseguir tal grado de genialidad para superarlos.
También me encanta el vallenato clásico que me inculcó mi papá, la salsa clásica, los boleros, los tangos, la única música que a mí no me gusta (si es que se le puede llamar música) y que no entrará jamás en mi existencia, es el reguetón. Me parece muy triste que las nuevas generaciones no tengan ese ADN del bolero, del tango, del vallenato, sino que se vayan solo por la línea de una música facilista, poco talentosa y mediocre como el reguetón.
En el libro narra el encuentro entre su papá y Maradona, y describe su admiración por el futbolista. ¿Para usted que significó el hecho de haberlo conocido y qué fue Diego Armando Maradona para el fútbol?
Eso fue en el año de 1985 cuando yo tenía 14 años, por eso lo recuerdo muy bien.
Al periodista Daniel Coronell, que en aquel entonces era practicante del Noticiero de las Siete, le tocó coordinar esa transmisión de la visita de Maradona a Colombia.
A Diego le pareció que mi papá hacia un buen trabajo y por eso pidió conocerlo personalmente. Eso era lo que mi papá generaba. Imagínese un personaje como Diego Armando Maradona, que era muy solicitado para entrevistas y que muchas veces ni a los mismos argentinos se las concedía, pedir encontrarse con mi padre. Eso fue algo sublime para todos nosotros.
Cuando mi papá y Maradona se conocieron yo estuve ahí y para mí fue muy especial haber descubierto un tipo absolutamente humano, querido, con un sentido del humor maravilloso, muy conversador. Quedé absolutamente enamorado de Maradona y me considero un completo maradoniano.
Ese fue uno de los días más felices de mi vida en el sentido de que yo admiraba y quería mucho a Maradona. Maradona fue un jugador excepcional con una zurda maravillosa. Nunca en la historia de la humanidad habrá un capitán como él. Un tipo que podía liderar a otros para llevarlos al éxito con lo que generaba en el camerino, su magia y su mística. En el sentido de apelar al amor propio y al amor de los demás y pensar en la hinchada, en su club, en su país, para sacar adelante triunfos y proyectos.
No pudo haber un equipo más perfecto para Maradona que el Nápoles en el sentido de llegar a una ciudad abatida por el racismo y por el poder del norte, un hecho que ocurre todavía en Italia. Llegar a un equipo de media tabla para abajo y llevarlo a ganar el título europeo y ser campeón en Italia, describe lo que fue Maradona. Messi puede ser el mejor jugador en la historia del fútbol, lo tengo claro, pero el más grande es y será Maradona, siempre. El capitán más grande en la historia del futbol, es Diego.
Algunas menciones graciosas también aparecen en esta historia como aquella en la que en época de juventud su papá apodó a un profesor como “Perro Sonso”, y el hecho de que el fotógrafo encargado en el matrimonio de sus padres no llegó porque se fue de fiesta.
(Jajaja). Uno de los grandes retos del libro para mí fue haberlo escrito en el tono de mi papá siendo su hijo. Uno ahí se enfrenta ante fantasmas muy duros a nivel de la imagen paterna, de los resentimientos, de cualquier tipo de cosas que uno pueda tener. Una de las claves que traté de desarrollar en su escritura fue cogerle el tono a mi papá para narrar el libro como él. Mi papá no escribió una sola letra. Todo es escrito por mí y es lo que se llama ser un escritor “fantasma”, escribir testimoniales de otros.
Narrar por ejemplo lo que fue la infancia de mi papá, involucraba tener un conocimiento muy amplio de lo que es la cultura antioqueña y los barrios populares de Medellín, que los conozco bien, por eso tenía que adaptar muchas cosas para que eso lo pudiera entender usted, por ejemplo, o un extranjero, un cachaco, un costeño o una persona de cualquier generación. Fue un reto fuerte. Pero el reto más grande de escribir este libro fue haber podido concatenar la narrativa de la parte cuando mi papá entró en coma y que aparecen otros narradores como mi hermano, los médicos, mi tía, mi hermana, y yo, unir es a una narrativa en donde mi papá se va y hay que seguir la historia sin él.
Lo puntual que usted menciona: el fotógrafo era el hermano de mi mamá y que es uno de los personajes más importantes que ha dado Antioquia a nivel de fotografía publicitaria. Se llama, Sergio López, alias Dino. Él es mi tío Chechito. En aquella época mi tío era bastante amigo de la fiesta, no llegó al matrimonio de mis padres y por tal razón no quedó una sola foto, siendo una curiosidad total. Era una época de mucha vida bohemia en ese mundo de la publicidad de Medellín a finales de los 60´s y principios de los 70´s.
¿Cómo periodista y experto en temas de fútbol cuál es su análisis de lo que se vive actualmente con la selección Colombia? ¿Hay esperanzas para ir Qatar?
Esperanzas hay, pero son esperanzas pegadas de la mediocridad. Es muy complicado esperar algo de un equipo con estadísticas tan bajas en materia de gol. Poco puede esperarse con un equipo que no hace goles en la mayor cita orbital a dónde van los mejores y en donde los goles son tan importantes.
Me crie con la generación del 90, llena de unión de grupo, de barrio, hermandad, picardía, gocé de la generación que nos llevó a Brasil 2014, pero verla ahora tan perdida y embolatada es un reflejo de lo que somos.
Estamos en manos de los directivos de una Federación mediocre, corruptos, revendedores de boletas, que sacaron plata que se hubiera podido invertir en el fútbol de formación de los barrios populares, del fútbol femenino. Que utilizaron el dinero para poder pagar abogados para zafarse del problema legal en el que estaban metidos, que creen en el fútbol femenino no por convicción, si no por imposición y por obligación.
Es también una generación de jugadores desgastados que le hicieron el ‘cajón’ a un técnico y que van a pasar de agache. Traen a un técnico como Reinaldo Rueda, que tiene gran responsabilidad en el desempeño de la Selección, que ha tratado de enderezar el buque, pero que no ha encontrado al equipo, ni el fútbol. Creo que no merecemos ir a ningún lado.
Tenemos que refundar al fútbol colombiano. La Dimayor y el torneo local es un circo y un festival de la corrupción. Se perdió la esencia del barrio y se convirtió en el balompié del muchacho que sale de la escuela y no de la calle o de la cancha de arenilla. Nuestro fútbol perdió mucho en su formación. Los europeos juegan a su estilo, pero se nutren del talento suramericano; mientras que nosotros tratamos de jugar a la europea olvidando nuestras raíces. Creo que hemos perdido el norte.
En lo personal a mí me encantó este libro. ¿Por qué considera que esta historia debería ser leída por muchos?
Hay una cosa muy curiosa con el libro y es que es de nicho. Una persona joven de 30 años que no vivió la época de mi papá y que no conoce la época de los 80´s y parte de los 90´s, es difícil que vaya a una librería y lo busque específicamente, a no ser que tenga algún vínculo periodístico.
Las personas que son ajenas a ese mundo y lo leen, les gustará porque es una historia humana, es la historia de tipo que salió de la pobreza y triunfó, cayó, lo azotó una enfermedad impresionante, volvió y surgió y hoy ve la vida con la sabiduría de todos esos hechos y relata su experiencia.
Es una historia contada con sencillez, eso fue lo que siempre quise: que fuera absolutamente simple y fácil de digerir para cualquier lector.
Que la persona cuando lo esté leyendo se esté imaginando completamente la Medellín de los años 50´s y 60´s. La Bogotá y la Bélgica de los 70´s. La Bogotá de los 80´s y 90´s. Las cirugías, los procesos de hospitalización, el dolor de sus familiares. Es una historia de vida de alguien que salió adelante y esos son los espejos que necesitamos porque estamos en unos grados de delicadeza en donde todo nos parece grave y todos nos indignamos, perdiendo la fuerza como seres humanos.
Su hermano Sebastián describió a su papá como un “Samurái” (Pág. 207). ¿Nada lejos del temple de Juan Guillermo Ríos?
Todos los días me hago esa reflexión al preguntarme de dónde saca fuerza mi padre para superar tantas cosas. Tanto en su profesión como en lo que ha sido su salud, todos los retos que la vida le ha puesto. Todos los días me hago esa pregunta y todos los días quedo más sorprendido.
En el libro usted le hace esta dedicación a su padre: “Y para vos padre, este libro es tu vida y lo hice desde mi amor para honrar tu legado”. ¿Cuál es la satisfacción que le deja haber sido el designado para escribir el compendio de las memorias de su padre?
Esta pregunta es hermosa y va en el sentido de que le cumplí a mi papá para que tuviera su libro, porque lo merecía. Mal que bien, mucha gente, a pesar de todo lo grande que fue mi papá, lo desconoce.
Ríos no es un apellido de alcurnia como Pombo o Samper. Juan Guillermo Ríos salió de un barrio popular de Medellín y también merecía su legado.
Este libro no ha dado ni va a dar plata, creo yo, pero ver a mi papá sentirse contento y ver hacer la cara de niño feliz, como si le estuvieran regalando la bicicleta que nunca tuvo, al destapar por primera vez el libro de su biografía y, luego verlo feliz en las ferias de libros en donde estuvimos, de verse reconocido firmando autógrafos, de que personas como usted lo llamen para hacerle una entrevista desde Canadá para que allá sepan de esta historia, eso para mí, lo pagó absolutamente todo. Ver su felicidad ha sido mi felicidad.
Muchas gracias.
A usted porque quiere llevar esta historia de mi papá y de su libro a las lejanías de Canadá, que es un país maravilloso, bello, culto, lector, francófono y anglo. Que los latinos, colombianos o quizás un canadiense desprevenido que quiera conocer la historia de este antioqueño, que salió de la nada y triunfó y sigue dando lecciones de vida con sus errores y virtudes, es algo de mucha gratitud. Saludos a todos.
“El espíritu de la familia Ríos es el de no darse por vencidos y siempre batallar.”
Juan Guillermo Ríos y sus hijos Sebastián Ríos López, Andrés Ríos Lopez y Zarai Ríos Bernal.
donde esta mi historia Biografia de mi padre 1, todavia no lo he publicado esta escrito en medium