Licinio de Jesús Becerra y Mariela Ruiz Rubiano (padres). Hijos: A la izquierda: Hector. En el centro, entre sus padres: Jairo. A la derecha: Jaime. Abajo: Fabio Becerra Ruiz.
Por: Fabio Becerra Ruiz
Este pasado16 de julio, día de la Virgen del Carmen en Colombia, se cumplieron 43 años de la apacible muerte del hombre más parecido a un santo, que ha pasado por mi vida.
Era mi padre Licinio de Jesús Becerra Becerra, un ser de calidad humana incomparable, que se quitaba el pan de la boca para dárselo a quien lo necesitara, a quien jamás ví de mal genio, nunca le escuché una mala palabra, y tampoco recibí ni una palmada o siquiera una mínima reprimenda suya, ya que el castigo a sus hijos lo dejaba a mi querida y santa madrecita Mariela Ruiz Rubiano, de quien aún me duelen las nalgadas que me propinaba con chancleta, por las travesuras que le hacía de niño.
Músico por afición y de actividad excepcional como intérprete del violín en una época en que la música no era profesión, mi padre se negó a enseñarme interpretar el violín, ya que como invitado central que era a serenatas, comidas, paseos y festines, en los cuales abundaba el licor y las viandas pero sin recibir jamás un peso por amenizar con sus amigos las reuniones, me manifestó que no quería esa vida para su hijo Fabio, por lo cual pese a que le heredé su oído musical, crecí siempre con la frustración de no haber aprendido a leer nota musical en pentagrama, aspecto básico para incursionar en la música, que ha sido la pasión de mi vida, pues en un examen de conciencia a estas horas de mi existencia, reconozco que fue una estupidez haber dedicado mi actividad a estudiar Derecho y graduarme como abogado, en un país donde las leyes se las pasan por la faja los de arriba, y las aplican es a los de abajo, y haberme dedicado también a leer pendejadas que otros me escribían, en una profesión ya desaparecida que se llamó "locución de noticias", en vez de haberme dedicado a la música, que hubiera sido una decisión más inteligente, ya que es lo que me gusta, me llena, y quizá hubiera disfrutado más en mi modesta existencia.
Fabio Becerra Ruiz con su hija Karen.
Sin embargo, debo reconocer honestamente, que con el Derecho y con mi voz de locutor en radio y la televisión, me defendí en la vida, y además pude sobrevivir como funcionario público sin asaltar el erario público como es costumbre generalizada hoy día, y en los medios de comunicación, "me pagaron por divertirme" cómo inteligentemente el aplaudido Julio Sánchez Cristo tituló el primer libro del leído periodista colombo-americano y oriundo de Boyacá Edgar Hozzman, quien comenta desde USA semanalmente la actualidad colombiana y los medios de radio y TV, mejor y más actualizado que si viviera en Colombia.
Hoy recordando a mi padre, ese hombre sencillo que se nos fué hace 43 años, evoco su imagen de hombre bueno, su solidaridad sin límites con los demás, reconozco que heredé su ineptitud para los negocios por lo cual moriré pobre de solemnidad igual que él, que con mi madre sólo nos dejaron a sus hijos como herencia muchas saludes y buenos ejemplos, admiro la entrega a su familia, que lo llevó a gastar su patrimonio educando a sus seis hijos todos profesionales, y tengo la conciencia en paz porque he tratado de emularlo intentando ser un buen padre y un buen esposo, para lo cual me han ayudado dos excepcionales mujeres madres de mis cuatro hijas, para quienes solo tengo permanente agradecimiento, igual que para mis cuatro adorables hijas y mis nietos Lucas y Amelia, que todas con su amor hacia mí, quizá inmerecido, llenan mi vida de alegría, y son la razón de mi existencia.
Además con los años, corregí la creencia errónea que tenía de que mi padre era adivino, pues cariñosamente y como buen amigo, me anticipó cosas que me dijo me pasarían en mi vida, lo cual entonces no le creía y hasta me burlaba de sus predicciones, pero que finalmente entendí cuando en efecto me acontecieron tal como él me las había vaticinado, ya que mi padre Licinio de Jesús Becerra no era adivino ni sabio, sino que había vivido más que yo y tenía más experiencia en la vida, la misma que ahora tengo yo avanzando a mis 80 calendarios, y por eso trato de orientar a las juventudes, así no me estén solicitando mis consejos, ni me los escuchen, y peor aún que es el que aún menos los pongan en práctica.
De izquierda a derecha: Carolina, Diana Mariela y Sheila Tatiana, en compañía de su padre Fabio Becerra Ruiz.
(Esta columna es de estricta responsabilidad del autor y no representa la opinión de este portal)
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